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jueves, 8 de enero de 2015

Cómo cumplir con los propósitos de año nuevo: otra aproximación. (Jaime Miranda pscólogo en el barrio de PROSPERIDAD)

Jaime Miranda
 Psicólogo
Estos días he leído unos veinte artículos de colegas y no tan colegas de profesión tan parecidos, que me costaría diferenciarlos unos de otros. Todos tenían parte de verdad, pero como echo de menos cosas que me parecen muy importantes, pues he decidido aportar mi granito de arena.
En primer lugar, ¿de verdad te has hecho una lista de propósitos? ¿O has pensado en recurrir al síndrome de “cuaderno en blanco”? (Llamo síndrome de cuaderno en blanco a ese “gustito” que provoca empezar un cuaderno, o un año, que es el caso. Siempre parece que lo vamos a hacer mejor que en el anterior, ¿no?)
Bueno, pues ya sea una respuesta o la otra, vamos a ver como lo abordamos.
1. ¿De verdad quieres cumplir ese objetivo o propósito? Piénsalo bien.
2. ¿Seguro? Date un buen rato para seguir leyendo. Reflexiona.
3. ¿Completamente seguro? Si en este punto has contestado “sí” las tres veces, es difícil que no hayas empezado a hacerlo. Estás motivado. La motivación es el alimento de la voluntad.
4. Vuelve a reflexionar. ¿Lo que estás haciendo es algo que quieres, que necesitas, o las dos cosas? Es fácil confundir lo que queremos con lo que necesitamos. Si las dos cosas coinciden, suele haber muchas probabilidades más de que lo hagamos.
5. ¿Para qué? (Para qué lo quieres o lo necesitas o las dos cosas) En ocasiones, un objetivo x, no es más que un paso para llegar a “y”. A lo mejor hay otra forma de llegar a “y”. Por ejemplo: salir a correr todos los días es un objetivo casi válido (ya veremos los tipos de objetivos) pero si está enmascarando que lo que quiero es adelgazar, o ponerme “mazas”, hay otras formas de hacerlo (pronto comenzaré en mi página mi propio diario para 40+, no os lo perdáis) que a lo mejor no me hacen pasar tanto frío, o no me llevan tanto tiempo.
6. ¿A qué hay que renunciar si cumplo con mi propósito? Tendré que dejar de comer azúcar, o de descansar un ratito cada dos horas, o de comprarme esa revista tan colorida que tanto me gusta… es más difícil cambiar un mal hábito que crear uno bueno. Si un mal hábito se interpone en los buenos, la cosa se pone difícil. ¿Cuánto voy a sufrir haciendo esto?
7. ¿Cuánto voy a disfrutar si lo consigo? No todo va a ser malo. Perder peso puede hacerme más ágil, más atractivo – más sano también, claro-
8. ¿Quién puede ayudarme y quién va a martirizarme? Una vez hicieron un experimento en el que unos compañeros de oficina apostaban quién iba a perder más peso. Lo de las apuestas fue maravilloso en términos de pérdida, tanto, que alguno se pasó de la raya. Vamos a controlarnos un poco. ¿Quién puede hacernos de coach? ¿Un compañero? ¿Un amigo? ¿Un familiar? ¿Nuestra pareja? Preguntémonos también por el contrario, el enemigo: ¿Quién nos va sabotear? ¿Un jefe con mala baba al que le gusta meterse con nosotros? ¿Nuestra tía la que prepara esos deliciosos pasteles y a la que no sabemos decir que no? La voluntad, decía Felipe el de Mafalda, es lo único que para inflarse necesita que lo pinchen.
9. Ponlo por escrito. Aún no estoy convencido de que te lo creas. En serio. Algunas técnicas conductuales parecen tonterías, pero está claro que no, porque funcionan bastante bien con un grupo amplio de población: si tienes tus objetivos delante, si los lees todos los días, aunque creas que ya te los sabes, es mucho más probable que los cumplas.
10. Haz caso a los otros articulistas en que sean a)específicos, b)alcanzables, c)medibles en cantidad y en el tiempo, d)realistas… o no. Creo que en esta fiebre de tecnificarlo todo, hacemos a veces unas mezclas curiosas que provocan resaca sin borrachera. Existen (entre otras clasificaciones) dos tipos de objetivos: los de realización y los de consecución. Los de consecución son los verdaderamente específicos, como “perder cuatro kilos” o “hacer la maratón de Madrid del 2014”, pero los de realización son más… zen: “voy a perder peso y a sentirme más sano comiendo mejor” o “voy a comenzar a correr cada dos días un poco, todo lo que pueda”. Estos últimos objetivos también son convertibles en específicos, alcanzables, etc. pero tienen sus particularidades y suelen ser los más agradecidos con el tiempo.
11. ¿Seguro que quieres hacerlo?
12. ¿Qué haces que no has empezado?

Haz un test de personalidad. Conócete a ti mismo. Regálate o pide de regalo unas sesiones con un buen terapeuta o un psicólogo que conozca ejercicios para el conocimiento propio. Averigua si eres un esprínter o un fondista para las cosas que abordas en la vida. Déjate acompañar. Trabaja también tus michelines mentales.
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