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sábado, 4 de junio de 2016

Una plantación de opio en un chalet en plena calle de López de Hoyos (El Mundo 040616)

Capullos de planta adormidera se asoman a la calle desde el jardín. BERNARDO DÍAZ
Cientos de capullos del narcótico pasan desapercibidos en el jardín de una antigua casa okupa.
 03/06/2016 07:28
Ante la absoluta indiferencia de los vecinos, cientos de rebosantes capullos de opio crecen salvajes entre toda suerte de matojos que rodean el desierto chalet de la calle López de Hoyos que hace esquina con Corazón de María, en el madrileño distrito de Chamartín.
Cuentan los residentes de la zona que la vivienda lleva años abandonada y hace casi dos que diferentes personas la han okupado. Pese a doblar esa esquina todos los días, muchos se quedan atónitos cuando se les pregunta si no han notado que hace ya tres meses que plantas adormideras de más de un metro de altura asoman la cabeza desde el destartalado jardín y se hacen cada vez más visibles para cualquier viandante medianamente observador.
El ojo audaz de O. L. sí distinguió lo poco convencionales que eran algunas de las raíces que crecían entre esta floresta. «Al principio pensé que eran amapolas, pero me sorprendió su tono azulado y comencé a fijarme en que parecían plantas de opio. Cuando crecieron más, me pareció evidente. No hay que ser un experto para darse cuenta», explica este vecino de Chamartín que pasa todos los días por delante de la antigua casa okupa.
Sin embargo, uno de los conservadores del Real Jardín Botánico, que ha confirmado que estas plantas son Papaver somniferum y no inocentes amapolas, explica que no es tan sencillo distinguir si su delicado aspecto esconde, en realidad, una de las drogas más potentes y primigenias de la historia de la humanidad.
Según explican los especialistas, sus flores violetas florecen entre abril y junio, y algunas de las del recinto de López de Hoyos ya han terminado su ciclo, pero la mayoría de los capullos están en el punto exacto para ser recolectadas y utilizar la resina para preparar el consumo del narcótico, cuya comercialización, pertenencia y consumo está prohibido en nuestro país, excepto si se preceptúa con fines terapéuticos.

'No han hecho nada'

¿Cómo es entonces posible que estas ilegales colonizadoras sigan erigiéndose en la parcela sin ser detectadas por la Policía? Aquí llega el punto más inverosímil de esta historia. «Hace ya un mes que llamé a los municipales para avisarles de que existía esta plantación, pero no han hecho nada, ni siquiera cuando han venido a desalojar a los okupas», cuenta O. L. con desconcierto, y añade que ayer mismo estuvieron en la parcela para echar a unos nuevos inquilinos que habían vuelto a tomar la casa abandonada. «Les volví a avisar, pero ahí siguen los capullos», añade a la vez que insta a la redactora a comprobarlo con sus propios ojos.
Vista de la casa abandonada desde la calle Corazón de María.

Las vallas metálicas que rodean el jardín engañan. Ni siquiera hay que forzar la puerta de latón para acceder a este jardín de opio.
El intrépido vecino de Chamartín fue el primero en franquearla para tomar fotografías de este insólito suceso, y ayer advertía a los municipales, que escalaban las vallas, que tan solo tenían que cruzar el portón, pues hace tiempo que no tiene candado.
O. L. relata que los agentes desalojaron el chalet en octubre, después de que los okupas llevasen un año habitándolo. «Lo tapiaron y lo limpiaron todo antes de que hace un mes llegasen los nuevos», aclara.
Intentando encontrar una explicación, O. L. dilucida que los primeros moradores ilegales tiraron las semillas a los matojos y éstos germinaron de forma accidental y no como un acto premeditado por los okupas.
«Existen campos de cultivo de opio, pero, por supuesto, las semillas pueden germinar solas», confirma la paisajista Rocío Mates.
Entre la ropa y los objetos abandonados que los antiguos invasores dejaron en este lugar, quizás es cierto que ellos también ignoran que, aparte de sus enseres, olvidaron todo un campo de amapolas que sigue pasando desapercibido en López de Hoyos.
http://www.elmundo.es/madrid/2016/06/03/5750758b46163f865c8b45f2.html

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