Dos meses de secuestro y prostitición
El sumario recoge cómo se regateaba el coste de sus servicios y la vigilancia que tenía
La menor explotada en Arroyo de San Serván solo comía una vez al día, fue agredida y dormía sin ropa para impedir su huida
Son la siete de la mañana del 5 de octubre de 2010. Es martes. Helena, una chica de 14 años que vive en el barrio de Prosperidad del distrito madrileño de Chamartín, vuelve junto a una amiga de una fiesta en Torrelodones. Pasan por el barrio de Chueca y en su camino se cruzan con dos jóvenes rumanos. Son hermanos. Uno de ellos se llama Florin, tiene 22 años y es bien parecido. Entablan una breve conversación que acaba con una insólita petición. «Vente conmigo a un pueblo al lado de Mérida y te presento a mi familia», le propone el rumano. La menor, que ya ha protagonizado escapadas anteriores de su domicilio, acepta. Los hermanos y Helena cogen el Auto Res. Esa misma tarde llegan a Arroyo de San Serván, a 14 kilómetros de la capital extremeña.
El 'novio' de 22 años, con antecedentes penales por dos robos, indica que no la explotó y que estaba en el pueblo de forma voluntaria
Este viaje es el inicio de una terrible aventura, llena de vejaciones y explotación, que acaba dos meses menos un día después, el sábado 4 de diciembre, poco después de las nueve de la mañana. A esa hora Pedro, un policía local arroyano, consigue sacar a la menor de la casa en la que estaba retenida. Se trata de un caserón en el número 71 de la calle La Sierra, en la zona sur del pueblo, convertido en cárcel de día y de noche para la chica.
La dolorosa experiencia de la menor madrileña, retenida en Arroyo de San Serván y obligada a prostituirse, sigue en fase de investigación en el Juzgado número 1 de Montijo. El levantamiento del secreto de sumario desvela algunos aspectos de esta triste historia que causó un enorme impacto social al ser conocida y que está pendiente de ser enjuiciada en los tribunales. Siete de los once acusados continúan en prisión.
Todos los acusados de practicar sexo con la chica menos el juez de paz lo admiten, pero se excusan diciendo que creían que tenía 18 años
El pueblo de Arroyo, mientras, sigue su vida normal. Cuando se le pregunta a algún vecino sobre el caso evita hablar directamente de los hechos. La casa destartalada donde vivía la adolescente muestra un evidente estado de abandono, con ventanas sin cristales y una puerta principal de madera que empieza a resquebrajarse. Un contenedor de basura delante de ella indica que allí no vive nadie. «Ya no está alquilada. Desde que pasó lo que pasó está cerrada. La Guardia Civil ordenó cambiar la cerradura de la puerta», comenta una vecina mayor.
Treinta personas hacinadas
Hace casi quince meses, el silencio no existía. Todo lo contrario. Era casi imposible cuando en ese inmueble vivían cerca de treinta rumanos, repartidos entre la planta baja y el 'doblao'. No era tan extraño en una localidad acostumbrada a la población inmigrante y donde el censo oficial, que no el real, avanza un colectivo rumano de 300 personas, atraídas por la demanda de mano de obra para labores agrícolas.
Más raro era ver en ese grupo a una española diminuta, flaca, guapa y que apenas hablaba. Pero lo cierto, dicen algunos vecinos, es que Helena parecía una rumana más. Florin no solo la convirtió en una más, sino en un objeto, en una propiedad de la que disponer a su antojo para beneficio económico. El sumario al que ha tenido acceso el Diario HOY indica cómo empezó a ser prostituida a los quince días de haber pisado la localidad. Obligada a mantener relaciones en contra de su voluntad bajo amenaza y con el uso de violencia física, concretada en golpes en la cara, según la descripción de la Guardia Civil.
La adolescente recalca en su testimonio que estaba siempre retenida en la casa, vigilada por la familia del rumano y cuando salía fuera también lo estaba por una mujer del grupo. Asegura que solo comía una vez al día -«dos si había suerte»- y que siempre le quitaban la ropa cuando se iba a dormir para que no tuviera la tentación de huir de casa por la noche.
Florin, el joven que la trajo a Arroyo, rechaza en su declaración todas las acusaciones. En un testimonio breve afirma que la menor estuvo en el pueblo voluntariamente y niega que fuera prostituida. La Guardia Civil asevera, por contra, que él ofrecía mantener relaciones sexuales con la chica a tarifas distintas. La más 'económica', 20/30 euros. La más cara, 80/90. Negociaba en sitios públicos, como un conocido bar del municipio o la misma calle La Sierra. Era frecuente que regateara el precio e incluso una vez intentó vender a la menor a otro compatriota. Se le define como un individuo de comportamiento agresivo.
Cuando se liberó a la chica, Florin huyó a Madrid, donde tiene una hermana, aunque volvió a las dos semanas cuando le comunicaron que el grueso de su familia estaba en prisión. Cuando llegó se intentó justificar diciendo que no había huido sino que se había ido con su hermana por motivos laborales.
Durante la investigación se ha conocido que Florin tiene antecedentes penales por dos robos y que en el periodo que tuvo secuestrada a Helena solicitó el permiso de residencia en el Registro Civil de Mérida. Según ha podido saber este diario, se encuentra en el centro penitenciario sevillano de Morón de la Frontera.
La Fiscalía, que todavía no ha calificado los hechos, ha avanzado un primer informe de este caso de explotación sexual. Entiende que existen evidentes indicios de responsabilidad criminal contra los acusados por el trato que se dispensó a la menor. El fiscal cree que puede haber delitos de corrupción de menores, prostitución, agresión sexual y detención ilegal. También dice que «fue la totalidad de la familia la encargada de la vigilancia de la niña teniendo conocimiento directo o indirecto de que su hijo prostituía a la víctima». El guion de esta película real empieza en el amanecer del 5 de octubre de 2010. La pesadilla para Helena acabó en otro amanecer, el 4 de diciembre, cuando fue rescatada por un policía local. Pero la historia todavía no ha concluido. Queda por juzgar a la familia que la retuvo y la prostituyó y a los vecinos que tuvieron relaciones sexuales con ella.
¿Qué le pasa por la cabeza a una niña de 14 años para dejar su casa y subirse con un extraño a un autobús? ¿Cómo se explica que este la retuviese, la ofreciese sexualmente a los vecinos y que algunos aceptasen semejante propuesta? ¿Y que durante casi dos meses pasara eso en un pueblo de 4.200 habitantes y no se actuara policialmente hasta entonces? Son algunas preguntas que saltan al instante sobre una historia condenable en lo legal y en lo ético y en la que el delito se mezcla con la repugnancia.
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