- Rubén, con parálisis cerebral -gran dependiente-, tiene un 82% de discapacidad
- Se acostumbró desde muy pequeño a luchar por ser aceptado en la sociedad
- Abandonó la casa de sus padres en Valladolid y ahora estudia en Madrid
- 'Para que un discapacitado sea adulto tiene que vivir por sí mismo', asegura
- Dice que la ley de Dependencia está muy bien en la base pero que cada comunidad la aplica como quiere
Roberto Bécares | Madrid Actualizado martes 07/09/2010
A la hora del bocata de Nocilla, tocaba ser Maradona, Pelé y Caminero. Y Rubén, que no se quería quedar fuera de juego, se ponía pegadito a la cal, sentado en su silla. Todos los días los profesores le traían de merienda la misma serenata:
- Rubén, quítate de ahí, que te van a dar un pelotazo
- Que no, que no me quito
- Que sí, que luego tus padres me dicen que te has hecho daño
- Pues no me voy a quitar, si me dan un balonazo me lo darán a mí. No a ti ni a mis padres.
Con 12 años, en el Colegio García de Quintana de Valladolid, Rubén Juárez, que nació con parálisis cerebral, aprendió a no echar balones fuera. "Aquello era un colegio de integración, pero en verdad no lo era; a la hora del recreo nos ponían en un rincón del patio para que no nos hiciéramos daño". Cuando dice 'nos' Rubén se refiere a los niños discapacitados, a los que dejaban siempre a un lado, sin posibilidad de interactuar.
Desde aquella ya no calló. Si había balonazos, él se saltaba el 'catenaccio' de sus padres y profesores y se ofrecía el primero al paredón. "Odio la sobreprotección. Para que alguien discapacitado sea una persona adulta lo imprescindible es vivir por uno mismo", dice.
Su carrera de fondo se encontró el primer foso en la actitud de sus padres. "Cuando les dije que me quería venir a Madrid a estudiar Comunicación Audiovisual me dijeron que estaba loco, pero me empeñé en venir y me vine; ese chantaje emocional con negativas constantes de tus padres te va hundiendo poco a poco". El siguiente escollo fue el traslado de expediente. Castilla y León no le dejaba marchar.
"No entiendo por qué, pero las políticas de la comunidades no te dejan cambiar así como así; después de mucha lucha les convencí", explica Rubén, cuya silla eléctrica coge velocidades 'alonsianas' dejando con el bofe fuera al periodista y al cámara.
Estamos en una cafetería de 'la Prospe', cerca de la residencia donde vive, Cocemfe, un centro adaptado para discapacitados donde obtuvo primero plaza por el Imserso y luego por la Comunidad de Madrid. "Aquí en Madrid se han portado muy bien, ahora a ver si me renuevan la plaza otro año". Rubén sonríe ahora pensando en el pasado, en la meta que cruzó el primero, pero las pasó canutas. Hace dos años, Madrid le recibió con el gesto torcido.
Un papel admitiendo hándicaps
Se matriculó en un curso de posgrado en Realización de Espectáculos Audiovisuales para poder acceder a la Universidad. Ir en silla de ruedas le valió la primera negativa. "En la Academia CES me rechazaron porque me dijeron que no podía hacer el curso al cien por cien, querían que firmara un papel admitiendo mis hándicaps". Se negó, por supuesto, y a 15 días del inicio del curso académico, se quedó con un palmo de narices.
Pero Rubén nunca se rinde -"yo lo que tengo es que soy constante"- y consiguió matricularse en otra academia similar, CEV, en Moncloa. Allí, este joven indomable aprendió que la moneda no sólo tiene cruz. "El director, que era de Valladolid, compró una oruga pequeña para que pudiera subir las escaleras", recuerda.
Eligió el turno de tarde. "Así podía dormir más", explica. Clases, de cuatro a nueve. "Cuando llegaba a las 10.30 todos ya habían cenado; a mí me dejaban la cena hecha y luego me abrían también la sala de estudio". Hizo amigos, la mayoría de fuera de la residencia, con los que sale de marcha, y ahora se siente un madrileño más. "Ahora estudiaré cuatro años en la Carlos III Periodismo y Comunicación Audivisual; mi objetivo es sacar una plaza por oposición en RTVE". Y seguro que lo consigue. "Todo lo que he empezado lo he acabado, para mí sería un fracaso dejar algo a medias". Ahí está su bagaje como experto en obstáculos.
"No conozco ningún caso como éste; es un tío con mucha valentía y decisión. Venir aquí, adaptarte, y triunfar es complicadísimo. El aquí es feliz. En Valladolid no salía de casa de sus padres y aquí no pisa la residencia", explica Óscar Domínguez, de la Asociación Sierra Solidaria, donde Rubén, de 28 años, imparte charlas a los jóvenes de la asociación, que trabaja con personas con discapacidad y enfermedades raras. "Es triste que con 25 años no salgas mucho de casa porque solamente puedas salir con tus padres", les explica en los coloquios. Es un ejemplo.
Dos consejos más para personas en su situación, aplicables a su vez a todo el mundo:
1. "Es fundamental estar seguro de lo que quieres hacer, si en tu cabeza no tienes la seguridad de que sale bien al final te sale mal".
2. "El miedo hay que tenerlo pero no dejar que nos paralice, porque nos hace estar alerta".
Tras tantos picos y valles, una frase que ya ha escuchado de muchas personas resume su lucha: "Lo que pasa es que Rubén no se calla nunca". De la ley de Dependencia piensa que está muy bien en su base pero "cada comunidad la aplica a su criterio". Ahora disfruta de la residencia y del 75% unos 500 euros que sus padres reciben por la Ayuda por Hijo a Cargo -Rubén tiene una discapacidad del 82%-. "No está mal teniendo en cuenta que no pago residencia ni alimentación, pero cada vez te metes en más gastos...", razona Rubén, al que igual identifican alguna vez bajando a toda leche por López de Hoyos.
Las residencias
La resdiencia de COCEMFE, donde vive Rubén, tiene 36 plazas, 20 de ellas concertadas con la Comundiad de Madrid. El coste de cada plaza es de 2.000 y 2.500 euros mensuales dependiendo de los cuidados que necesite la persona.
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