"Barrio de Prosperidad" artículo del ABC del pasado miércoles sobre la historia de La Prospe

 Esta semana, el miércoles día 5 de agosto, el diario ABC publica un artículo sobre la historia de Prosperidad. Por su indudable interés lo reproducimos aquí del original en:
http://www.abc.es/abcfoto/revelado/20150805/abci-madrid-barrios-prosperidad-201507311059.html

 Barrio de La Prosperidad
 El Madrid rústico de 1906

Madrid, julio de 1906. Una de las calles del barrio de Prosperidad,
por aquel entonces en las afueras de la capital

A mediados del siglo XIX, por el noroeste de Madrid solo cruzaba el tortuoso camino de herradura que llevaba a Hortaleza. Frecuentado por arrieros , las ventas se repartían ofreciendo queso manchego y vino blanco de Yepes. Cerca de las márgenes del casi siempre seco arroyo Abroñigal –sobre cuyo cauce se construyó la M-30-, se amontonaban deshechos de construcción, vertedero infame en las afueras de la ciudad. Próspero Soynard compró cinco fanegas de terreno agrícola (1,75 Hectáreas). Y el 14 de diciembre de 1962 firmó la venta de dos parcelas a Pedro Prado y Gregorio Mayorga, albañil el primero, carpintero el segundo. Esa fecha se considera la del nacimiento del barrio de Prosperidad, algo que pocos barrios pueden determinar.

La primera alineación de casas formó la que es hoy la calle López de Hoyos. El conde de San Luis levantó su finca en ese barrio, todavía muy en las afueras de Madrid, con sus famosas viñas. También se instaló la venta de los Tejares, en lo que hoy ocupa una residencia de ancianos en la esquina de López de Hoyos y Cartagena. Poco a poco se fue urbanizando, con la construcción de una carretera y la instalación de siete fuentes de Lozoya.

En un reportaje que le dedicó ABC a este barrio el 26 de julio de 1906, y que fue ilustrado con la imagen que traemos hoy a nuestra sección, se decía: “Hoy el barrio de la Prosperidad es de los más sanos y más hermosos de Madrid, porque además de su posición topográfica, el subsuelo que dejaron sus primitivos pobladores los héroes del gancho, debe contener inapreciable riqueza de abonos, que facilitan el brote de los frondosos jardines, donde los espesos bosques de rosas y hortensias se transforman artísticamente en lindos parterres ingleses, compitiendo el delicado aroma de los flores con el azucarado jugo de los frutales (…)Allí la vida de la ciudad encuentra un agradable paréntesis. Se vive con la misma patriarcal independencia que en el rústico caserío, sin las tiranías del exagerado trato cortesano ni las estrecheces de la diminuta casa de vecindad, disfrutando del aire puro y del baño de luz solar, alimentándose con los productos de los propios animales domésticos, que además proporcionan un inapreciable recreo”.

Claro que han pasado ciento nueve años, y de aquellos huertos solo queda el recuerdo. Sobre las rosas y las hortensias se ha cubierto de cemento y asfalto todo, dejando solo los huecos de los árboles, como recuerdo de lo que fue un barrio en las afueras de Madrid.